La Biblia y la Ciencia.

Publicado en por Roberto Héctor Iglesias

Una de las muchas áreas en que se ha discutido la autoridad de las Escrituras es la ciencia, especialmente en los años más recientes. Los jóvenes cristianos que asisten a Institutos y Universidades se ven expuestos al ridículo por permanecer fieles a la Biblia frente a los descubrimientos científicos que parecen contradecir la Palabra de Dios. Pablo le dijo al joven Timoteo que evitase “los argumentos de la falsamente llamada ciencia” (1 Timoteo 6:20). La palabra “ciencia” aquí usada significa “conocimiento”, y la advertencia va contra la forma de conocimiento que equivocadamente se llama así porque está en conflicto con lo que Dios dice en su Palabra. En realidad sabemos, desde luego, que no puede haber conflicto entre la Biblia y la verdadera ciencia. Siendo uno y el mismo el Dios que hizo el universo y el que inspiró las Sagradas Escrituras, no es posible que existan contradicciones entre uno y otras. ¿Qué diremos, pues, de tantos “descubrimientos” que parecen estar en contraposición con la Biblia?.

 

        En primer término, los propios científicos han sido muchas veces culpables de una doble falta consistente en no distinguir entre la teoría y el hecho científico. Han basado sus conclusiones en informaciones incompletas o en métodos de investigación defectuosos. En segundo lugar, los científicos con frecuencia han dejado a Dios fuera de sus investigaciones y sus cálculos. No han querido reconocer la posibilidad de la intervención divina, milagrosa o no. Han olvidado que lo que llamamos “leyes de la naturaleza” es el orden establecido por Dios, quien tiene el privilegio de suspenderlo o actuar de forma distinta su así lo desea. Además, hemos de admitir que algún entre la Biblia y la ciencia ha surgido por culpa de los estudiantes de la Biblia, que no han sabido distinguir entre lo que la Biblia dice, y lo que los hombres le atribuyen. En esto debe ser cuidadoso el cristiano para distinguir entre la teoría y el hecho, entre la inspiración y la interpretación.

 

        A causa de estas dificultades que los jóvenes cristianos siempre han encontrado como tropezadero en su estudio de las ciencia, se pensó que sería bueno incluir en este escrito una breve discusión de algunos de los problemas más importantes en este terreno. Entre los principales puntos de conflictos se encuentran los siguientes: ¿Contradice la Biblia la teoría de la Evolución, o permite la posibilidad de que Dios utilizase este método de creación? ¿Cómo puede reconciliarse el relato del Génesis en cuanto a la creación con los últimos descubrimientos científicos sobre la edad de la tierra? ¿Cómo pueden acoplarse los fósiles de dinosaurios prehistóricos con el capítulo 1 de Génesis? Finalmente, ¿no es posible que los días de la creación fuesen edades o épocas en lugar de días literales de 24 horas?.

 

LA BIBLIA Y LA EVOLUCIÓN

 

        Actualmente se sostiene cuatro puntos de vista principales en cuanto al origen del hombre: (1) La evolución atea ve al hombre como resultado de edades y edades de procesos evolutivos al azar desde la forma más simple de su vida. Su gran falla es que no explica el principio de la vida, lo que hace que esta hipótesis caiga por su base. (2) La evolución teística, reconoce que Dios debe haber creado la vida en alguna forma extremadamente simple, pero mantiene que a partir de ahí, Dios utilizó el proceso evolutivo para producir el hombre como hoy le conocemos. (3) La creación progresiva se encuentra a mitad de camino entre la evolución teísta, pero por lo demás, depende de las leyes de la naturaleza para llevar a efecto el plan de Dios en un proceso que dura un largo período. (4) La creación instantánea acepta literalmente el relato del Génesis, creyendo que Dios creó a Adán como ser moral con espíritu, alma y cuerpo, y que este acto fue momentáneo, no mediante un proceso a lo largo de los siglos. El autor acepta este último punto de vista por ser el bíblico.

 

        Más, ¿qué diremos de la evolución? ¿No puede armonizarse en alguna forma con la Biblia? Uno de los problemas para contestar a esta pregunta es la falta de acuerdo entre los que mantienen la teoría de la evolución sobre lo que es en realidad dicha teoría. No obstante, para simplificar el problema, entenderemos en forma general que significa que el hombre evolucionó a partir de órdenes de vida inferiores, hasta alcanzar el estado de desarrollo en que hoy se encuentra. ¿Puede encajarse tal proceso en los dos capítulos primeros de Génesis?.

 

        La mayoría de los estudiantes admitirán sin más ni más que la impresión que dan las palabras de Génesis, capítulos 1 y 2, es que Dios creó a Adán de forma completa y definitiva como ser moral maduro, dotado de inteligencia, emociones y voluntad. Los más ardientes defensores de la evolución han reconocido que este hecho estaba en conflicto con sus puntos de vista. T. H. Huxley dice: “La evolución, consistentemente aceptada, hace imposible el creer en la Biblia”.

 

        El relato del Génesis dice explícitamente que Dios creó al hombre a su propia imagen y semejanza (Génesis 1:26, 27). Decir que los hombres y los monos tuvieron un progenitor común, y admitir que tal progenitor fuese la imagen y semejanza de Dios, es pura blasfemia.

 

        Romanos 1:19-32 confirma que el hombre primitivo (“desde la creación”, v. 20) era de alto nivel moral. Conocía el eterno poder y la divinidad de Dios por el testimonio de la creación. No obstante, rechazó el conocimiento del verdadero Dios y se convirtió en idolatra, adorando a imágenes de madera y piedra. Como resultado de ello, se sumió en las más burdas formas de inmoralidad. El proceso que describe este capítulo no indica una evolución de tipo ascendente, sino una degeneración en el sentido opuesto. No es un movimiento hacia la perfección, sino alejándose de ella.

 

        En el capítulo primero de Génesis se repite diez veces la orden que se les dio a las criaturas vivas de reproducirse, siempre “según su especie”. Esto es un principio fundamental de la vida. Los híbridos son estériles y vuelven a su propio tipo. Nunca ha habido un solo caso en la historia del mundo en que un ser vivo produjese descendientes de otra especie. G. K. Chesterton ha dicho: “la mayoría de los evolucionistas hablan como si supieran todo lo concerniente al eslabón que falta... ¡¡¡ menos el hecho de que FALTA !!! Ese eslabón sigue faltando. Nunca ha existido un caso real en el cual el ser humano haya nacido de otro no humano.

 

        El apóstol Pablo añadió su testimonio contra la evolución al decir: “No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves” (1 Corintios 15:39). Ningún auténtico hallazgo de la ciencia puede oponerse con éxito a esta afirmación, ni producir una chispa de evidencia que pruebe la transmutación de las especies.

 

        Incluso si la evolución pudiese explicar el desarrollo de Adán, aun le quedaría la tarea de explicar el de Eva. “Ninguna teoría evolutiva podría, contra la naturaleza, sacar a Eva de Adán”. El origen de la diversidad de sexo sólo puede explicarse por medio de la creación especial.

        La teoría de la evolución tiene una dificultad matemática. Los que compilan las estadísticas pueden predecir el ritmo de crecimiento de la población. Trabajando en dirección inversa desde la actual población del mundo, saben que la raza humana no puede ser tan antigua como suponen los evolucionistas. Si el hombre hubiese estado en la tierra algunas decenas de miles de años, la población actual del mundo sería mucho más numerosa.

 

        Así, pues, no sólo la Biblia contradice de plano la teoría de la evolución, sino que también la experiencia real ha fallado en cuanto a presentar la prueba necesaria para apoyarla. A pesar de todo ello, esta teoría sigue enseñándose como si fuese un hecho establecido científicamente. Los estudiantes de nuestras escuelas e institutos que se niegan a aceptarla son puestos en ridículos y señalados como tontos. Semejante falta de honradez intelectual traiciona el verdadero carácter de quines la practican.

 

La Biblia y la edad de la tierra

 

       Nos preguntan cómo podemos reconciliar el relato bíblico con los últimos descubrimientos de la ciencia relativos a la edad de la tierra. Actualmente los científicos dicen que la edad de la tierra oscila entre tres y seis mil millones de años. No hay necesariamente oposición en este sentido entre la Biblia y la ciencia por la sencilla razón de que la Biblia no le pone fecha a la creación. Génesis 1:1 “En el principio Dios creó los cielos y la tierra”. No podemos asignarle fecha alguna a este acontecimiento. El principio de la obra de Dios en la tierra está sin fechar, por tanto, los millones o billones de años de antigüedad que la ciencia atribuya a la tierra podrán ser verdad o no, pero nunca estarán en oposición a la Biblia.

 

La Biblia y la edad de los fósiles de dinosaurios

 

        Se afirma que los restos de dinosaurios pertenecen a una edad muy anterior a la de la creación de los animales en el Génesis. Si esto es así, ¿cómo pueden encuadrarse los dinosaurios en la creación? En realidad, la Biblia no dice cuándo se crearon los dinosaurios. Si los científicos están seguros de que vivieron en la tierra mucho tiempo antes de la creación de los animales que encontramos en Génesis 1:24, habremos de asumir que fueron creados en el acto original creador de Génesis 1:1. no hay nada en la Biblia que prohíba pensar que tales animales estaban en la tierra en aquel tiempo. Muchos estudiantes de la Biblia estiman que hay una gran expansión de tiempo entre el versículo primero y el segundo del Génesis. En el primero, Dios creó el cielo y la tierra. El segundo dice: “Y la tierra estaba desordenada y vacía”. El Verbo “estaba” podía haberse traducido con la misma exactitud “llego a estar”. En realidad, “llego a estar” hubiera coincidido mejor en el sentido original de la palabra.

 

        En otras palabras, Dios creó la tierra en perfección, pero llegó a deformarse y quedar vacía. Isaías claramente dice que Dios no la creó baldía: “Así dice Jehová, que creó los cielos, Dios mismo que formó e hizo la tierra, El que la estableció; no la creo baldía, la formó para ser habitada” (Isaías 45:18 siguiendo la traducción de J. N. Darby).

 

        ¿Qué fue, pues, lo que causó el caos en la tierra? Una explicación que ofrecen los eruditos en materia bíblica es que fue el resultado de la caída de Satanás, que se refiere en Isaías 14:12-17 y Ezequiel 28:12-19. según este punto de vista, hubo un gran cataclismo en la tierra que la hizo convertirse en uniforme y vacía. Pues bien, si había dinosaurios en la primera creación, este cataclismo explicaría su extinción. Como no hay indicación en cuanto al tiempo transcurrido entre los dos primeros versículos del Génesis, no hay problema bíblico relativo a la edad de los dinosaurios. La palabra utilizada para describir la creación de los animales en Génesis 1:25 indica que los animales eran los primeros de su especie, pero no excluye la posibilidad de que otro tipo anterior de animal se hubiese extinguido. No hay, pues, conflicto entre la Biblia y el descubrimiento de antiquísimos fósiles de dinosaurio.

 

La Biblia y la edad del hombre sobre la tierra

 

        Este problema puede enunciarse sucintamente en estos términos:

 

Aunque en la Biblia no se da fecha para la creación de Adán, las tablas genealógicas desde Adán a Cristo conducen a la creencia de que el origen del hombre ocurrió entre 4.000 y 8.000 años antes de Cristo. Por otra parte, los científicos han encontrado huesos y fragmentos de huesos humanos que ellos estiman tener unos 500.000 años de antigüedad. ¿Cómo puede reconciliarse estas diferencias? Al considerar este problema hemos de tener en cuenta varios factores.

 

En primer lugar, la cronología del Arzobispo Ussher que se encuentra en muchas Biblias de versión inglesa no forma parte del texto inspirado. Esta cronología coloca la creación del hombre en el año 4.004 antes de Cristo. Hoy reconocemos que existen saltos en las genealogías que requerían un reajuste de los cálculos de Ussher, mas incluso admitiendo tales reajustes no llegaríamos a la misma conclusión que los científicos modernos.

 

Algunos de los métodos utilizados por los científicos para determinar la antigüedad del hombre quedan ciertamente abiertos a la discusión y a la crítica. Uno de estos métodos consiste en la práctica de reconstruir el así llamado “hombre prehistórico” a partir de huesos o fragmentos de ellos. Entre otros, el Profesor A. E. Otón, de la universidad de Harvard, admite que se ha abusado de este método. “Algunos anatomistas – escribe – modelan reconstrucciones de cráneos fósiles superponiendo las partes y así reproducen un busto que pretenden presentar como representativo del hombre fósil en vida. Sin embargo, cuando recordamos el estado fragmentario de la mayoría de los cráneos, la falta casi constante de las partes de la cara, vemos claramente que incluso la reconstrucción del esqueleto facial deja mucho lugar a dudas en cuanto a los detalles. Las diversas reconstrucciones del cráneo del hombre del Piltdown realizadas por Smith-Woodward, Keith, y otros expertos, difieren mucho entre sí. Intentan restituir las partes blandas en una empresa mucho más azarosa aún. Los labios, los ojos, las orejas y la punta de la nariz no dejan clave alguna en el esqueleto para su reconstrucción. Con la misma facilidad se pueden modelar sobre un cráneo neanderthaloide las facciones de un chimpancé como las de un filósofo. Estas llamadas restauraciones de antiguos tipos humanos tienen muy escaso valor científico, si es que tienen alguno, y lo más probable es que extravíen al público. Modelar un busto de Pithecanthropus erectus a partir de la tapa del cerebro y dos o tres dientes es un puro absurdo. No conocemos en absoluto los detalles del aspecto del Pithecanthropus ni de los hombres de Heidelberg, Piltdown, o Neandertal. No sabemos la forma de su pelo, ni la distribución del mismo, su pigmentación, ni los detalles del rostro. Por tanto, no debemos confiar en las reconstrucciones.

 

Que los métodos científicos no están exentos de crítica lo ilustra, además, el famoso caso del hombre de Piltdown. Este consistía en la reconstrucción de un fósil, como la que se ha descrito, que estaba basada principalmente en una quijada hallada cerca del ejido de Piltdown, en Inglaterra, en 1912. según los científicos, este hallazgo colocaba la hombre al principio de la Edad del Hielo, hace como medio millón de años. No obstante, la gran desilusión cayó como una ducha de agua fría en 1953 cuando se supo que la quijada era de un mono, con una antigüedad de 50 años. Lo que se había ensalzado como el hallazgo antropológico más importante del siglo, se descubrió que era su mayor engaño. (Life Magazine, 7 Diciembre 1953, pág. 153. Véase también “The Grat Piltdown Hoax”. – El gran engaño de Piltdown, por Alden P. Armagnac, The Reader´s Digest, Oct. 1956, pág. 179. “The Piltdown Forgery” – La falsificación de Piltdown, New York: Oxford University Press).

 

Uno de los mayores problemas al fechar los comienzos del hombre 500.000 años antes de Cristo es que, en Génesis 4, tenemos el desarrollo de la construcción, la música, el trabajo sobre metales, y otros signos de civilización. Ningún hallazgo arqueológico prueba que hubiera tales formas de civilización en época más temprana que entre 8.000 y 16.000 años antes de Cristo. Incluso los más adictos a la fecha de 500.000 años para el primer hombre admiten la dificultad de meter entre los capítulos 2 y 4 del Génesis un espacio de 480.000 años.

 

Si bien es verdad que el estudiante de la Biblia ha de admitir que no dispone de medios para saber exactamente la edad del hombre sobre la tierra, sin embargo puede darse cuenta que la narración dada en el Génesis y las tablas genealógicas entre Génesis y Mateo no pueden estirarse lo suficiente para cubrir medio millón de años.

 

¿Los días de la creación fueron días, o edades?

 

        Aquí la cuestión a dilucidar es si los días mencionados en el capítulo primero del Génesis fueron días normales de 24 horas, o si se trata de períodos de tiempo mucho más largos. Los estudiantes de la Biblia de la más sana fe se han dividido sobre este tema, y debemos hacer constar al empezar que, sea cual fuere 1 punto de vista que se tome, no implica necesariamente un ataque a la inspiración de las Sagradas Escrituras. Es más cuestión de interpretación que de inspiración.

 

        Es completamente imposible, en un escrito limitado como esté, tratar este tema en todo detalle. Nos reduciremos a exponer brevemente los distintos puntos de vista más generalmente mantenidos, y a dar los motivos de nuestra propia preferencia. Algunos cristianos mantienen que los días de la creación fueron edades de duración indeterminada, mientras que otros los consideran como días de “revelación”, es decir, que Dios reveló la historia de la creación en siete días o pasos, sin relacionarlos con el tiempo. El tercer punto de vista es que los días son períodos literales de veinticuatro horas.

 

        En apoyo a este último punto de vista sugerimos tres cosas: (1) Adán fue creado el sexto día (Gén. 1:26-31). El próximo día, el séptimo, lo vivió Adán completo. Si el séptimo día hubiera sido de miles de años de duración, Adán hubiese muerto a la edad de miles de años; pero la Escritura claramente dice que Adán murió cuando tenía 930 años de edad (Gén. 5:5). Por tanto, el séptimo día no podía haber sido una era o edad, sino un día solar. (2) En el capítulo primero de Génesis se repite seis veces las palabras: “Y fue la tarde y la mañana del día...” La tarde y la mañana constituyen los límites del día solar, no de épocas o edades. (3) En Éxodo 20:8-11 el Espíritu de Dios habla de la semana de la creación en los mismos términos que de la semana del calendario judío, compuesta, naturalmente, de siete días solares. Por tanto, pensamos que el peso de la Escritura inclina la balanza a favor del punto de vista de que la creación se hizo en siete días, no en siete épocas.

 

La Biblia es verdad

 

        A final de cuentas, Dios es el original y único científico infalible. Cuando hizo el mundo, puso en él los secretos de la creación. Desde entonces, el hombre ha ido vez tras vez enorgulleciéndose de su grandes descubrimientos; pero no ha estado descubriendo más de lo que Dios ha puesto en el mundo desde el principio. El famoso astrónomo, Kepler, dijo en un rapto de adoración, al descubrir las leyes por las cuales giran los planetas alrededor del sol: “¡¡Dios mío, mi mente está descubriendo tus pensamientos!!”

 

        La Biblia contiene muchos hechos acerca del universo en que vivimos. A medida que la ciencia va descubriendo alguno de ellos, nos sorprende darnos cuenta de que a través de los siglos han estado allí, explícitos o implícitos, en la Biblia. G. N. Pember, en su libro Earth´s Earliest Ages (las primeras edades de la tierra), dice con verdad: “Aunque la Biblia no da información por la cual pueda avanzar la ciencia, tiene, sin embargo, aquí y allá palabras misteriosas cuya verdad se advierte a medida que los científicos van familiarizándose mejor con las leyes que rigen el universo”. Como ilustraciones de esta afirmación podríamos citar descubrimientos tales como: la suspensión de la tierra en el espacio (Job 26:7); la redondez de la tierra (Job 22:14; Isaías 40:22; Proverbios 8:27); la rotación de la tierra sobre sí y en su órbita (Job 38:32); la densidad de las nubes (Job 28:24-26) y la formación de la lluvia por el relámpago (Salmo 135:7). Indudablemente, hay muchas afirmaciones en la Biblia que encierran verdades científicas que aún no comprendemos a causa de la imperfección de nuestros conocimientos.

 

No hay conflictos entre la Biblia y la verdadera ciencia

 

        Podemos decir con absoluta confianza que la Biblia no ha estado nunca en conflicto con los descubrimientos comprobados de la ciencia. La Biblia es “verdad” y la verdad no puede estar en conflicto con ella misma (Juan 17:17). No nos alarme el hecho de que la Biblia esté constantemente en desacuerdo con las siempre cambiantes teorías e hipótesis de la ciencia moderna. Fue Oswald Chalmers quien observó: “si la Biblia estuviese de acuerdo con la ciencia moderna, pronto estaría anticuada, porque de acuerdo con la propia naturaleza de las cosas, la ciencia está sujeta a cambiar”. Vemos, por tanto, que en muchos casos hay que agradecerle a la Biblia, y atribuírsele como virtud, el que no esté de acuerdo con los descubrimientos científicos. Si alguien duda de Dios y de su Palabra, el veredicto a priori es: “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Romanos 3:4). Si los científicos sacan a la luz algo que está en completo desacuerdo con la Biblia, que lo estudien más detenidamente. La dificultad desaparecerá cuando su conocimiento sea más perfecto.

 

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